Alguien ha dicho que la única cosa que se alcanza sin esfuerzo es la vejez. Si queremos desarrollarnos al extremo en nuestra vida, tenemos que esforzarnos. El éxito no nos caerá del cielo. Dios obra en unión con nuestra voluntad y nuestro esfuerzo.
Los corintios a quienes Pablo escribe conocían el mundo del deporte, pues cada dos años su ciudad era anfitrión de los juegos ístmicos. Estos juegos formaban parte, juntamente con las olimpiadas, de una serie regular de juegos griegos. Eran eventos mundialmente famosos, como también un enfoque de orgullo cívico para los corintios.
Tomando esta imagen, Pablo nos insta a considerar el ejemplo de los atletas que logran un desarrollo extremo.